La Ermita

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¿Sabías que…

 

Donde comienzan, por el este, los Montes Obarenes, custodiando la entrada del Ebro en La Rioja, coronando unas escarpadas peñas de nombre Los Riscos de Bilibio, se ubica la ermita de San Felices. Debido a la puerta natural de entrada al valle que forman las Conchas de Haro, en tiempos anteriores al siglo V se erigía en estas peñas un castro romano de defensa Castellum Bilibium, del que todavía quedan restos de una de sus murallas.

En plenos Montes Obarenes se sitúa la ermita

Del siglo V al X, en la falda sur de estos riscos y a su abrigo, se encontraba la villa llamada Bilibio. Quien hizo famoso este lugar fue Felices de Bilibio, nacido en el año 443 en dicho poblado en el seno de una humilde y piadosa familia cristiana, las ganas de conocimiento de toda clase de materias y sobre todo de los temas divinos le llevan a ordenarse presbítero y años más tarde se retira a orar al paraje conocido hoy como los Riscos de Bilibio, pronto se le conoció como  «hombre santo» entre los habitantes de los pueblos y aldeas cercanas; tenía unos 50 años cuando Millán, él que luego fuera el Santo de la Cogolla, un joven pastorcillo de Berceo que había oído hablar de Felices, 10649543_10204660467293336_8971420196842414511_nacudió a estos riscos para que le enseñara en la búsqueda de Dios por medio de la oración y la meditación, estando con él durante tres años se volvió luego a su Berceo natal y adentrándose en los montes cogollanos continuo con su ascetismo. Felices falleció con casi 100 años siendo enterrado en el monte de Bilibio.

La ermita está en un privilegiado parajeEn el 714 el castillo de Bilibio, que acogía la capilla y el sepulcro de San Felices, se defiende de la invasión árabe, pero los visigodos no aguantan el empuje musulmán siendo continuas las luchas hasta su reconquista por Sancho I Garcés en el siglo X. En el año 1.076 el rey Alfonso VI cede el castillo de Bilibio al que fuera padre de Don Diego Lope de Haro, Don Lope Díaz, VII Señor de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y Nájera desde ese mismo año. A mediados del siglo XI los pobladores de Bilibio se trasladan a la actual Haro y los restos de San Felices, después de un primer intento de traslado fallido por parte del Obispo de Álava García y otras personalidades enviadas por el rey Don García de Navarra-Nájera para llevarse el cuerpo de San Felices de Bilibio a Santa María La Real de Nájera, son llevados al Monasterio de Yuso, tras más de 500 años de estar el cuerpo del santo anacoreta en los Riscos de Bilibio, por el abad Don Blas y doce monjes de San Millán, con los permisos de Don Alfonso VI y Don Lope Díaz de Haro.

La estatua en honor a San Felices data del 1.964En 1.710 se comenzó a construir una ermita, en honor a San Felices, donde antiguamente se levantaba el castillo de Bilibio, durante todo el siglo XVIII sufrió constantes arreglos, fue reconstruida en 1.862 y posteriormente en 1.942. El 21 de junio de 1.964 se inauguró la estatua, situada junto a la ermita, de San Felices en la que el santo lleva un libro abierto. La panorámica que se disfruta desde el mirador que rodea a la imagen es impresionante y hasta donde alcanza la vista vemos al Ebro serpentear entre arboledas, viñedos, campos de cultivo y pueblos y cortando el horizonte las cadenas montañosas que circundan el valle, pero eso a lo lejos porque justo debajo de nuestros pies lo que nos brinda es una agradable zona recreativa con mesas, asadores y árboles que nos protegen del implacable sol del verano.

Tradiciones

La ermita y su enclave acogen varias tradiciones a lo largo del año protagonizadas por los devotos y no tan devotos del Santo Felices, la más famosa es la Batalla del Vino. Parece ser que con la construcción de la primera ermita en los Riscos a comienzos del siglo XVIII empezó la gente del lugar a ir en romería a ella y que la transformación de aquella en lo que actualmente se conoce como «Batalla del vino»

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Batalla del Vino 2015

tiene su origen en la fiesta que se montaba durante el almuerzo que los romeros realizaban tras asistir a la misa en la ermita, animados como estaban, se gastaban bromas entre ellos y comenzaban a mancharse con el vino que tenían para beber en sus botas.  La Batalla se celebra todos los años el día de San Pedro, 29 de junio, después de la misa en la ermita, en la pradera a los pies del Santo se entabla una lucha en la que el proyectil es vino tinto y el que gana es el que más mojado y morado termina.

Otra romería a los Riscos se realiza el primer domingo de septiembre, y la cofradía de San Felices de Bilibio celebra a principios de enero, con todo aquel que quiera apuntarse, la tradicional romería del Paso de la Hoja,

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Paso de la Hoja.

la primera del año a la ermita del patrón de Haro. Tanto en la romería del 29 de junio como en la del primer domingo de septiembre, el Procurador-Síndico coloca sobre la ermita de San Felices el pendón morado de la ciudad.

Se tiene por tradición que de no hacerse así pasarían los Riscos de Bilibio a jurisdicción de Miranda de Ebro según la Carta Ejecutoria  y la sentencia que sobre los varios pleitos derivados por la posesión de términos y pastos había en los siglos XI y XIII, entre la villa de Miranda y la de Haro.

 Leyenda o historia popular el caso es que se cuenta que cuando el rey navarro García consagró el Monasterio de Santa María la Real, que él mismo había mandado construir, quiso trasladar los restos mortuorios de Felices que se encontraban en el sepulcro que la capilla del castillo de Bilibio había acogido. Con el acuerdo de los obispos de Pamplona, Burgos y Álava  fue éste último, García el de Álava, el que se dirigió con numerosos caballeros a los Riscos de Bilibio con el fin de ejecutar el traslado pero cuando abrió la tumba sintió separarse del túmulo y se le torció la boca desencadenándose a continuación una gran tormenta. Al comprender que el cielo se oponía al traslado se marcharon, pero parece que el obispo conservaría la deformación de su cara de por vida. Cuando el abad Blas del Monasterio de Yuso, habiendo leído en la vida de San Millán que su maestro San Felices había fallecido en el Castillo de Bilibio y que se encontraba allí sepultado, se decidió a trasladar las reliquias a su monasterio, solicitó permiso al rey Alfonso VI quien, dado los antecedentes, le contestó «Paréceme padre Abad negocio grave y dificultoso inquietar ni mover el cuerpo de un Santo; pero porque no parezca que soy contrario a tan justos deseos id con la bendición de Dios y si os place trasladad el Cuerpo de San Felices como lo deseáis y si en esto sucediese algún mal suceso o infortunio no se me cargue a mí la culpa que desde aquí me desligo a esta traslación «. Pero esta vez ni el Santo ni el cielo se opusieron y los restos fueron trasladados con éxito.

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